Me di la vuelta y seguí andando y, aunque las semillas hacían mucho ruido mientras se resquebrajaban, no volví atrás. Intuía que sus raíces crecían y se enredaban, gritonas, y que habría flores y hojas al igual que espinas a mi espalda. Pero seguí caminando. Y cuando las ramas me impidieron el paso y me enredaron los pies no dejé de moverme, y al sentir su peso y sus heridas hice como si nada. No miré. No me giré.
No veía lo que sucedía y, por lo tanto podía, simplemente, no haber dejado nada tras de mí.
El sábado, día 8 tiene intención de quedar a cenar amigos de mi infancia... pero para mí quedaron atrapados en la enredadera del pasado. Que el pasado se quede en el pasado, y más cuando ya en el pasado estaba vacío.
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