miércoles, 18 de octubre de 2017

Giróvaga

Cerré un momento los ojos y ahí estaba otra vez. Ella, mirando por la ventana que daba al lago, desconcertada. Ella, arrinconada en ese minúsculo fragmento de la cabaña que pude visualizar de nuevo por un instante.

Abrí los ojos. Otra ventana. La del autobús que me llevaba a mis clases, a mi vida, a mi mundo. Había comenzado a llover, y quizás era eso lo que me hacía volver de vez en cuando a sumergirme. Los olores y el sonido que representaba a la perfección a la subrealidad.

Un parpadeo y otra vez: Ella, medio girada, mirándome. No, no. A mí no. Yo no estaba allí. Miraba el vacío de la casa. Se pasó la mano por el pelo y dejó los dedos medio enredados, sin saber muy bien qué estaba pasando. Notaba algo raro. Dio dos pasos hacia la puerta. Frenó. ¿No estaba esperando a alguien? ¿A algo malo quizás? Retrocedió confusa.

Enfoqué la vista. La lluvia taladraba los cristales. Los vehículos quedaban atrás. Cogíamos velocidad. Hacía calor allí dentro. La gente se arremolinaba a mi alrededor, apretujada, malhumorada, de Lunes.

Di una cabezada. Ella vio la puerta abrirse. Entró Él. Él, como siempre, allí en donde servía. Ella estiró los brazos como si algo fuera a golpearla y a arrastrarla. Luché contra el sueño. Vi fogonazos de la escena. Él corría hacia la joven. Ella se encogió sobre sí misma. La envolvió con los brazos y la sacó de la cabaña, ágil, casi como una sombra. Ambos acurrucados, en la vereda del bosque. Él, observando cómo la cabaña envejecía y se deterioraba a pasos agigantados. Ella, con la cara apretada contra su camisa para no mirar, medio sentada en la hierba.

La casa se llenó de polvo y el lago comenzó a vaciarse. El suelo se agrietó. El paisaje de ensueño quedó reducido a cenizas. Todo era un esperpento que jamás podría hacer justicia a su reflejo pasado. No se movieron.

- ¿Por qué? - murmuró Ella.
- Porque eres una errante. Aquí jamás te permitirán tener un hogar.

Sus labios no dejaron de moverse. Conversaban, pero yo ya no podía escucharlo. Arrugué el ceño, buscando las palabras. Luché por oír. Nada. Cuando desperté, sólo una frase se arrastraba por mis recuerdos. "Habla con el oráculo".

martes, 17 de octubre de 2017

Rotundamente.

No, no quiero decir que sí. "No", quiere decir que no. Que pare o que acabe la intervención. Pero al instante, no dentro de un rato. Si quisiera decir que sí, diría "". Un "" rotundo, seguro. No uno titubeante y pegajoso para esconder con temor un "no". Porque ese "", significaría que estoy de acuerdo. Que acepto. Y este "" podría ser gritado, riendo o llorando, si quisiera. Pero aquí el "" no existía. En este, como en muchos otros casos, "no" era y es "no". Y como tal, espero que sea comprendido y, sobre todo, respetado.

miércoles, 4 de octubre de 2017

Desacendrado

He roto mi Yuanfen. 
Permanezco estática.
Veo al tiempo mover los hilos y alejar las piezas que encajan.
Pero no consigo desenredarme.
De mis propias cuerdas.