sábado, 9 de mayo de 2015

Detente.

Dicen que existe una sola voz para doblegar a todos los hombres. En mi vida solo encontré una voz que podría haber sometido hasta la última de mis certezas, pero que jamás trató de utilizar ese poder contra mí.  

Apareció un día soleado, cuando me hallaba al borde de un precipicio y las flores del abismo querían unirme a su canción.


-No - dijo, y retrocedí un paso.


Un mes después añadió dos palabras más.


-No lo hagas - susurró, y la pistola se disolvió en mis manos.


Tres semanas más tarde, redujo todo a una sola pregunta.


-¿Estás segura? - mientras me acariciaba el brazo. Temblé y las pastillas repiquetearon sobre la mesa.


Cuatro meses pasaron y lo tuve frente a mí. Alcé el mentón y clavé mis ojos en él.


- ¿Te has rendido? - murmuró.


-No.


- ¿Qué estás buscando? 


- A ti.


No respondió.


- Te quiero a ti. Conmigo. Aquí - toqué mis sienes y toqué mi corazón de forma simbólica.


Me miró, desconcertado.


-Te necesito. Quédate- y tendí las manos frente a mí.


Fue cuando las tomó cuando me di cuenta de dónde se hallaba la voz que podría haberle dominado... Y fue por esa certeza y por el amor que sentía hacia él por lo que, cuando me besó en la mejilla y se dio la vuelta, no pronuncié ni una sola palabra para detenerlo.

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