miércoles, 17 de julio de 2013

Cuando lo veo venir.

Golpeará mi puño la mesa en la que escribo, se manchará de la tinta que nace de mis venas y la fuerza del mismo golpe retorcerá la tierra. La irá nacerá de las semillas de la decepción y cubrirá mi existencia hasta que sus espinosas enredaderas me ahoguen... porque callaré. Callaré por el bien de los más cercanos, por la fe en los hombres. Morderé mi propia carne para hacer que las palabras regresen a mis tripas, aunque después las retuerzan. Podría alzar la mano contra ti y mancillar tu rostro hasta que atendieras a razones, pero no sería yo, maldita sea. No sería yo. Y lo peor de todo es que sé, que si no lo hago, tampoco tú serás tú mismo. ¿Nos entendemos? Tu soledad te arrastrará a un pasado del que te alejé hace tiempo mientras me hería las manos. Y ahora que estás desamparado porque no puedo sostenerte dime, ¿qué eliges? Sigue mis pasos, te grito, síguelos o nos haremos daño. Mis manos perecerán tratando de tejer una tela que amortigüe tu caída. Mi desespero helará mi alma y tenebrosa, vagará hasta la expiación que da la muerte.

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